REFLEXIONES
Por Gonzalo Leaño Reyes
PRESIDENTE
Revista Política
Presidente de la Asociación Mexicana de Editores (AME).
Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa.
Ni siquiera la elección de su candidata presidencial provocó la muy clara confrontación de fuerzas que comienzan a aparecer en el Movimiento de Regeneración Nacional, hoy partido del Gobierno: Morena.
El proceso para elegir a su abanderado en la contienda presidencial del año pasado se llevó a cabo sin aparentes sobresaltos, pues si bien Marcelo Ebrard expresó su inconformidad y amenazó con irse del partido, hoy es un valioso activo en el Gabinete de la Presidenta Claudia Sheinbaum.
En aquella ocasión, la disciplina partidista de Morena fue total, ya que incluso los no elegidos recibieron su recompensa cuando inició el nuevo Gobierno: Ebrard al Gabinete; Monreal a la Cámara de Diputados; Fernández Noroña, Manuel Velasco Coello y Adán Augusto López, al Senado. Hasta Hugo López-Gatell, que no fue considerado entre los precandidatos, ha sido designado recientemente para representar a México en la Organización Mundial de la Salud en Ginebra, Suiza.
Sin embargo, las cosas comienzan a cambiar. La unidad da claros signos de resquebrajarse. La relación entre los personajes mencionados ya no muestra aquella solidez que tuvo en la recta final del mandato presidencial de Andrés Manuel López Obrador.
El caso más visible es el del exsecretario de Seguridad de Tabasco, Hernán Bermúdez, a quien se le acusa de haber mantenido presuntamente nexos con un grupo dedicado al robo de combustible. La exposición pública de este caso no podría explicarse si no llevara toda la intención de perjudicar al actual coordinador de los senadores de Morena, el exsecretario de Gobernación y exgobernador de Tabasco, Adán Augusto López.
Independientemente del fin que esto vaya a tener, se advierte entre los hombres fuertes de Morena la intención de golpearse, de ir descartando futuros rivales. La unidad, al parecer, es muy frágil. Pero esto no es nuevo, ya lo vivimos en otros tiempos con los casos de “La Quina” y Díaz Serrano, por ejemplo.
La política ruda comienza a aparecer.