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Villa Y Obregón en Guadalajara

Se le atribuye a Porfirio Díaz la frase de “Madero ha soltado al tigre, veremos si puede con él”, dicha cuando partía rumbo al exilio en Francia después de haber gobernado México durante casi tres décadas.

 

Por Alfredo Arnold

La frase alude a Francisco Madero, iniciador de la Revolución de 1910 y efímero presidente de la República, quien no pudo con el tigre ya que después de su contundente triunfo electoral, la paz porfiriana se rompió con el golpe de Estado y asesinato contra el propio Madero, tras lo cual siguió una sangrienta lucha entre caudillos.

Venustiano Carranza llegó al poder después de que el golpista Victoriano Huerta abandonó el país, pero no logró aplacar los ánimos; por el contrario, la lucha por el poder se intensificó entre dos personajes: Doroteo Arango (Pancho Villa), duranguense, aunque se le vincula más con el estado de Chihuahua, y Álvaro Obregón, rico terrateniente de Sonora que se identificó plenamente con Carranza y encabezó el Ejército Constitucionalista del Noroeste.

Incapaces de ponerse de acuerdo y unir sus fuerzas para restablecer la legalidad y la paz en el territorio nacional, Villa y Obregón chocaron tanto política como militarmente. Uno de los desencuentros más importantes ocurrió en Guadalajara.

En 1914, coincidieron en la capital de Jalisco el Ejército Constitucionalista de Carranza, las tropas federales de Huerta y los ejércitos de Obregón y Villa. En la ciudad no se produjo una gran batalla, pues ocurrió que todos los antagonistas prefirieron abandonarla en cuanto supieron que Obregón estaba cerca. Donde sí hubo acciones armadas fue en los alrededores de La Venta del Astillero.

Existe la creencia de que el agujero que tiene la carátula del reloj de Palacio de Gobierno fue por un balazo que señalaba la hora de la partida de los villistas, mientras que otra versión asegura que fue una especie de mensaje de que aquí habían estado los “Dorados”.

Como quiera que sea, la realidad es que Obregón entró en son de triunfo a Guadalajara. Eso fue el 8 de julio de 1914; unos dicen que entró por el sur, precisamente por la calle que hoy lleva por nombre esa fecha, y otros, que llegó por la actual avenida Juárez.

El Ejército del Noroeste que encabezaba Obregón se había abierto las puertas de la ciudad en la batalla de El Castillo, donde derrotó a 12,500 soldados huertistas. Con el joven líder oriundo de Navojoa venían Benjamín Hill, Lucio Blanco, Manuel M. Diéguez, Sebastián Allende y los hermanos Topete Almada, entre otros.

Al parecer, este triunfo militar del ejército del Noroeste fue de tal trascendencia que Victoriano Huerta renunció a la presidencia una semana después, el 15 de julio y se fue del país.

La Revolución Mexicana.

Cuando las fuerzas de Villa estaban en Guadalajara no hubo quejas de violencia, aunque sí de algunos abusos amorosos del Centauro del Norte, que era mujeriego como él solo, contra damas tapatías. Durante la ocupación militar de Obregón, sólo huno cateos de casas donde suponían que había soldados huertistas escondidos.

Sin embargo, Obregón no fue precisamente amable con la gente de Guadalajara. En un acto público se refirió a esta ciudad como “el gallinero de la República”, dando a entender que los tapatíos no le entraban con ganas a la guerra. Curiosamente, ya siendo Presidente, Obregón vino a Guadalajara para ser padrino de bautizo de la niña María Esther Zuno Arce, quien años después contraería matrimonio con Luis Echeverría y fue Primera Dama del país.

El parte de guerra de la batalla de El Castillo que Obregón envió a Carranza dice así: “En los combates librados desde el día 6 hasta el día 8, desde Orendáin hasta Castillo, se hicieron al enemigo más de 2,000 muertos, entre éstos 170 jefes y oficiales y el General en Jefe de la llamada División de Occidente (José María Mier); un crecido número de heridos y cerca de 5,000 prisioneros; capturando 16 cañones, 18 trenes y cerca de 40 locomotoras, más de 5,000 rifles, mucho parque, mulada de artillería, caballada y una considerable existencia de vestuario; bandas de música y medio millón de pesos, de los cuales $15,000 fueron en oro, y el resto en billetes de Banco, valores que contenían precisamente los cofres abandonados en Castillo por el enemigo. Por nuestra parte, tuvimos que lamentar 300 bajas, entre muertos y heridos… la tarde del día 8… quedaron muestras fuerzas acuarteladas en Guadalajara”.

La ocupación de Guadalajara encumbró a Obregón, quien poco después sufriría la pérdida del brazo derecho al estallarle una granada, luego fue presidente de la República y, finalmente, el 17 de julio de 1928 sería asesinado después de haber ganado la reelección a la presidencia.

Los caudillos seguían cayendo a pesar de que México ya tenía una nueva Constitución promovida y publicada por Carranza en 1917. El propio Carranza murió asesinado y Villa también. Don Porfirio no se había equivocado, el tigre que desató Madero seguía suelto. Pero, esa es otra historia.

 

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