Opinión Política
EDUCACIÓN E HISTORIA

Valentina, Valentina, yo te quisiera decir…

Las mujeres revolucionarias se hicieron famosas por medio de las canciones populares.

 

Por Alfredo Arnold

La Revolución Mexicana es uno de los hechos más polémicos ocurridos en la historia de México. En el discurso oficial, la Revolución, al propiciar la Constitución de 1917 y a pesar de todos los asesinatos de caudillos que la lucha originó, marcó para nuestro país el ingreso definitivo al concierto de naciones democráticas y modernas de América, de acuerdo a los cánones de Estados Unidos; para otros fue un periodo de retroceso social, económico y político, ya que la salida de Porfirio Díaz estaba a la vuelta de la esquina, y bastaba con que Madero hubiera esperado uno o dos años para que el cambio se llevara en paz. Y para otros, la Revolución fue una anécdota histórica, cargada de historias épicas y mitos que dieron lugar a una nueva visión de lo mexicano, visión que fue ampliamente aprovechada en el cine, la música, el arte y por supuesto, la vida política.

Las historias de mujeres valerosas, así como la de nobles caballos, aparecieron durante la Revolución y han sobrevivido hasta nuestros días. Entre aquellas mujeres que iban al combate apoyando a sus hombres, sobresalen “La Adelita”, “La Valentina”, “Las Coronelas” y muchas más.

Con el permiso de Benjamín Luna Lujano, cronista de Costa Rica (Sinaloa), reproducimos un artículo que publicó hace algunos años, sobre Valentina:

María Valentina de Jesús Ramírez Avitia, nombrada también como Valentina Gatica, y más conocida como “La Valentina”, por su famoso corrido, nació en Navolato, Sinaloa, en 1893 aunque algunos historiadores afirman que nació en Durango y que “fue hija de Pedro Gatica, un caballerango, y quedó huérfana al morir su padre en combate”. Valentina se unió al movimiento revolucionario encabezado por don Francisco I. Madero, ingresando a la Revolución el 12 de enero de 1911 bajo las órdenes del general Ramón Iturbe, quien le otorgara, por méritos en campaña, el grado de primer teniente.

Participó en múltiples batallas en contra de las fuerzas porfiristas; destacando en Tamazula y Culiacán, incluida la toma de Topia, Durango; posteriormente, tras el asesinato de Madero y Pino Suárez, “La Valentina” se incorporó con las fuerzas revolucionarias norteñas de Obregón.

“La Valentina” se convirtió en un soldado más de la revolución, era la admiración de toda la tropa, pues ‘ra valiente y decidida, hermosa y llamativa. Su atuendo era militar, portaba dos cananas torcidas sobre su pecho y fusil al hombro. Su magnífica figura y estampa unidas a su belleza, la convirtieron en símbolo de amor para muchos soldados, y su corrido la vuelven un símbolo revolucionario de los hombres en campaña. La Valentina, guerrillera que empuñaba su carabina 30-30, fue famosa entre la tropa y todo el norte conoció su fama”.

La leyenda popular dice que, “desde 1909, el corrido de La Valentina se empezó a cantar en algún pueblo de Sinaloa y que aludía a una joven por la que un soldado se jugaba la vida. Como dicen los conocidos versos del estoicismo mexicano: Dicen que por sus amores un mal me va a seguir, ¡no importa que sea quien sea, yo también me sé morir!”.

María Valentina de Jesús Ramírez Avitia, “La Valentina” participó en más de veinte batallas, y se afirma que marchaba vestida como hombre y armada hasta los dientes.

“La Valentina” vivió sus últimos años en el valle de Guadalupe, zona vitivinícola de Ensenada de Baja California. Conservaba el uniforme con las insignias en el sombrero que mostraban su grado: tres estrellas, coronela de caballería, avalada y firmada por el general Iturbe.

“La Valentina” murió en un hospital en la vecina ciudad de Brawley, California, donde estuvo confinada sus últimos cinco años, a la edad de 103 años. Pidió ser cremada y sus restos, tal como fue su voluntad, fueron confiados al mar de San Felipe, Baja California.

En fecha relativamente reciente, a iniciativa de los legisladores, se presentó el proyecto de decreto para inscribir con letras de oro en el muro de honor del Palacio Legislativo de San Lázaro los nombres de Adela Velarde Pérez y de Valentina Ramírez Avitia, que dice: “La suscrita diputada Adriana Fuentes Cortés, integrante del Grupo Parlamentario del Partido Acción Nacional en la LXI Legislatura de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, con fundamento en lo dispuesto en los artículos 71, fracción II, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, así como 55, fracción II, 56, 62 y demás relativos del Reglamento para el Gobierno Interior del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos, somete a consideración de esta soberanía la presente iniciativa con proyecto de decreto, por la que se inscribe con letras de oro en el Muro de Honor del recinto de la Cámara de Diputados, Palacio Legislativo de San Lázaro, los nombres de Adela Velarde Pérez y de Valentina Ramírez Avitia, con fundamento en la siguiente…” (etcétera).

El proyecto de decreto según transcribe la Gaceta Parlamentaria, fue “Dado en el salón de sesiones de la Comisión Permanente del honorable Congreso de la Unión, a 11 de agosto de 2010”.

María Valentina de Jesús Ramírez Avitia, tiene su hoja de servicio en el Museo del Ejército y de la Fuerza Aérea Mexicana.

Hasta aquí el texto de Benjamín Luna.

La otra mujer que se menciona en el decreto mencionado es Adela Velarde Pérez. Ella es la también famosa “Adelita”, de quien tomaron el nombre las soldaderas durante la Revolución. Atendían heridos, cargaban armas, suministraban alimentos. Adelita nació en Ciudad Juárez, pero esa es otra historia que ya habrá oportunidad de relatar.

 

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