Opinión Política
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Reformas Constitucionales: entre lo viable y ¿Lo necesario?

Por Juan Carlos Hernández A.

Mtro. en Gestión Social y Políticas Públicas

@juancarleis2020

Estamos previo al 1 de marzo en que inician oficialmente las campañas políticas para mostrar propuestas inherentes a las políticas púbicas que se relacionan directamente con la ciudadanía. Ahí correrán discursos tan parecidos unos y otros, tan diferentes es pos de convencer a un electorado cada vez más politizado, más enterado e interesado en el acontecer del día a día en su entorno. La ya esperada elección del próximo 2 de junio causa muchas aristas de comunicación política en actores y la sociedad misma, solo esperemos la diferencia de que sean mejores y reales ideas, contemplando buenas soluciones, pues la circunstancia del país no está para lo que sea ocurrencia pura sino para cosas concretas.

Ahora con la novedad de una serie de reformas, algo así como una veintena que propone el Ejecutivo Federal y que ha puesto en la palestra de la opinión pública, la viabilidad del proceso de echar a andar la participación de actores políticos, lideres de opinión, instituciones públicas, y otras instancias como las académicas probadas sobre cada tema en particular, no será cosa solo de tiempo sino también de voluntad para determinar si las modificaciones ahí en cada propuesta son viables, fáciles y sin ningún sesgo de demeritar lo que ya existe, es el quid, o sea guardar el justo medio Aristotélico, nada más y nada menos, considerando en algún porcentaje de representación la no menos importante opinión de la ciudadanía porque al final si algo pasa, se aprueba o no, son los mexicanos a quienes les afecta de manera directa o indirecta. Importante, pues, lo que hoy día estamos viendo.

Entrar a la discusión de estas y cualesquiera otras iniciativas enunciadas ante la opinión pública y definir qué es viable y qué es necesario, se lleva tiempo, profundo análisis, consenso y amplia revisión en las repercusiones que de suyo implica para el deseo de ejecutar propuestas tan disímbolas y que pueden afectar al destinatario final y esencial que es la ciudadanía.

El paquete de reformas no es cosa menor, no lo es. ¿Es un momento adecuado para que el presidente envíe un paquete de reformas en tiempos electorales y querer crear la necesidad donde no la hay? Será cosa de analizar bien, pues pareciera que es más una intromisión para que se abra otro tema, polémico o no y que puede ser un buen tema o no, solo que en estos tiempos quizá no sea prudente.

En el caso de la propuesta a la reforma electoral en donde se plantean cambios tanto al número de representación legislativa como al propio INE,  es apremiante escuchar a una sociedad que ha tenido experiencias y que produjo este Instituto Nacional Electoral, antes IFE, que ahora tenemos consolidado y fortalecido; antes de pensar que desmantelarlo en sus condiciones actuales vaya a solucionar un problema, eso no es así, al contrario, lo dejarían en total indefensión para actuar con sus atribuciones, según la ley le confiere. Ahora que también el órgano electoral estará atento a los procesos que se desarrollen en torno a esta o cualquier otra iniciativa para emitir las opiniones pertinentes. Nadie más cuenta con la experiencia y formas de comunicar las condiciones de información para organizar elecciones que no sea el propio INE, pues su autonomía plena data de 1996 cuando se independizó de la representación del gobierno federal.

Ante ello, se debe consultar en cada área a los expertos y no solo creer que se está en lo correcto o con la mejor propuesta. No es así, pues la experiencia en la administración pública federal es que lo que funciona y ha funcionado a través de años atrás es lo que ha de ser permanente y deba existir y conservarse. Sin el ánimo de contradecir o ser pesimista sobre el tema, considero que la oportunidad para querer hacer cambios sería mejor aceptado y con más serenidad en tiempos no electorales como los que se avecinan. Hay que ser respetuosos de las leyes electorales y no imponer, no hacer intromisión a costa de cualquier precio o costo político. Crear la virtud de conocer los tiempos, la paciencia y, sobre todo, la prudencia. Sea pues.

 

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