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Nearshoring a la inversa

CUANDO LA FUGA DE CAPITALES ES LA ÚNICA OPCIÓN RACIONAL

Por Simón Madrigal

Internacionalista y Analista Político

La trilogía letal de inseguridad, crimen organizado y aranceles de EE.UU. está a punto de invertir la narrativa del nearshoring, provocando una fuga de inversiones mexicanas hacia el norte. El sueño de ser la fábrica de América podría esfumarse si no actuamos con urgencia.

 

La promesa y el espejismo

Durante los últimos años, se nos ha repetido hasta el cansancio que el nearshoring es la carta ganadora de México. Que las cadenas de suministro que huyen de Asia encontrarán en nuestro país la tierra prometida. Que Jalisco será el “Silicon Valley latinoamericano” y que el Bajío será el Detroit del siglo XXI. El discurso oficial pinta un futuro de gloria manufacturera, como si la geografía y los salarios bajos fueran por sí solos garantía de prosperidad.

Pero ¿qué pasa si la ecuación está mal planteada? ¿Y si, en vez de entrada de inversiones, lo que está por venir es una fuga de capitales mexicanos hacia Estados Unidos?  Ese fenómeno tiene nombre: nearshoring a la inversa. No se trata de salarios ni de geografía, sino de la búsqueda desesperada de algo más básico: seguridad, certeza jurídica y acceso estable a los mercados.

La verdad es incómoda: muchas empresas —incluso mexicanas— están encontrando más rentable invertir en Texas, Arizona o Michigan que en su propio país. No es traición; es pura lógica económica de supervivencia.

 

 La inseguridad: un impuesto invisible

El crimen organizado se ha convertido en el socio no deseado de la industria mexicana. Las empresas pagan escoltas privadas, rastreadores satelitales, seguros contra robo de carga y cuotas de extorsión. Cada embarque que sale de Guanajuato o Jalisco viaja con la sombra de ser asaltado.

Según datos de la Canacintra, en 2023 el robo al transporte de carga alcanzó un costo superior a los 30 mil millones de pesos. Eso no es retórica: son precios más altos en cada refacción, en cada electrodoméstico, en cada coche ensamblado en México.

Lo que alguna vez fue nuestra ventaja —mano de obra competitiva— se desvanece cuando un camión necesita dos escoltas armados o desviar kilómetros para evitar una carretera controlada por un cártel. Ese “impuesto invisible” puede sumar entre 15% y 25% al costo logístico.

 

 Aranceles: la espada de Damocles comercial

El T-MEC protege, pero no blinda. La volatilidad de la política comercial estadounidense convierte a cualquier fabricante en rehén de la próxima elección en Washington.

Los aranceles al acero y al aluminio, mantenidos con distintos matices desde la era Trump, encarecen insumos clave. Y basta un cambio de reglas para volver inviable un negocio. Imagine una empresa jalisciense de muebles metálicos: si mañana EE.UU. impone un arancel del 15% a su producto, la fábrica muere. ¿La alternativa racional? Mudarse a Texas, producir allá con insumos locales y vender directo. Se llama nearshoring a la inversa.

El crimen organizado se ha convertido en el socio no deseado de la industria mexicana.

La competencia de EE.UU.: subsidios que seducen

Mientras México se queda en discursos, Estados Unidos lanza cheques. La Ley de Reducción de la Inflación (IRA) y la Ley CHIPS destinan miles de millones de dólares a subsidiar semiconductores, autos eléctricos y energías limpias.

El mensaje es claro: producir en EE.UU. no solo es más seguro, también más rentable. ¿Quién puede resistirse a un subsidio de 7,500 dólares por vehículo eléctrico ensamblado en suelo estadounidense? Si una empresa mexicana de autopartes quiere sobrevivir, necesita estar donde sus clientes —las armadoras— ya están mudando sus plantas.

 

El costo de la negligencia

Esto no es un ensayo académico, es la realidad que ya se vive. Empresarios de Jalisco, Querétaro y el norte están evaluando seriamente abrir en el vecino país, no porque quieran, sino porque deben. Es la consecuencia de una política industrial inexistente y de un gobierno que prefiere vender la narrativa triunfalista antes que enfrentar la raíz del problema: la inseguridad, la infraestructura insuficiente y la diplomacia económica débil.

Conclusión: o despertamos, o nos quedamos vacíos

El nearshoring a la inversa no es una metáfora, es un síntoma. Y como todo síntoma, avisa antes del colapso. Si no actuamos, el sueño de ser la fábrica de América se convertirá en pesadilla: empresas mexicanas produciendo en EE.UU., empleos que se pierden en Guadalajara y Monterrey, y un país que vio la oportunidad histórica pasar frente a sus narices.

El capital no espera discursos; busca certeza. Y hoy, la certeza no está en México.

 

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