Opinión Política
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Me Opongo Terminantemente

Por Carlos E. Martínez Gutiérrez

Consultor en Desarrollo Urbano y Vivienda

@carlosemgtz

Ante el asombro y con gran incredulidad quedamos pasmados al divulgarse la noticia de un funcionario del gobierno de la Ciudad de México que cursó la carrera, obtuvo su título y cedula profesional de abogado todo en 24 horas. Son de esas noticias que no sabe uno si reír del cinismo del funcionario o enojarnos al darnos cuenta de la impunidad, de la falta de ética y valores de ciertos políticos y, peor aún, del grado de corrupción que hay en las instituciones, sobre todo en un gobierno que pregona y se jacta que ya no existe.

Todavía no hemos asimilado y menos aceptado que en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, institución que debe de ser la mayor instancia de justicia del país, la integre una magistrada que llegó ahí no por méritos propios, sino a base de acuerdos políticos, trampas, plagiando tesis y, peor aún, continúe ahí con un cinismo desmedido. Como si fuera poco lo anterior, resulta que de acuerdo con una investigación periodística la extitular de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México también plagió su tesis.

Estos casos, por demás vergonzosos para el gremio de los abogados, ofende no solo a esta rama profesional sino a todos los profesionistas de diversas carreras que se han esforzado con cumplir cabalmente con los requisitos que marcan diversas leyes y ordenamientos para ejercer su profesión plenamente con profesionalismo, honestidad y ética.

Lo preocupante es que en la clase política y funcionarios pareciera que no les importa mucho y es común este tipo de prácticas deshonestas; habla de la falta de valores éticos y morales, tanto como personas como profesionistas, donde la impunidad y cinismos son parte de su actuar cotidiano.

Prácticas que dudo mucho que sean nuevas o únicas, hechos que definitivamente nos debe de llevar a una profunda reflexión sobre el actuar de la sociedad en su conjunto, gobernantes que mienten con facilidad, tranzan, corrompen sin el menor recato, pero también encontramos una sociedad que los tolera y, peor aún, sectores que los solapa, los justifica y defiende.

Valdría la pena preguntarnos en qué momento nos olvidamos de la ética, la honestidad, el respeto hacia la comunidad, los valores universales como principios básicos de la sociedad y, más aún, como principios rectores de nuestro actuar cotidiano. Tristemente pareciera que se han dejado de lado.

Hoy en día se deben de retomar los valores, la moral y la ética como elementos rectores del actuar de los individuos, impulsarlos en todos los niveles educativos, pero también en las organizaciones de la sociedad, no solo en el discurso sino como una práctica común en su desarrollo cotidiano, solo así podremos como sociedad combatir de una manera efectiva este cáncer que lacera nuestra sociedad que se llama impunidad y corrupción.

Me opongo terminantemente, como profesionista e individuo, que mis descendientes nos censuren porque fuimos una generación que lejos de combatir estos antivalores fuimos omisos, permisibles y cómplices.  Debemos de ser intolerantes ante estos actos de corrupción y deshonestidad, de lo contrario día a día seremos más permisibles. Triste legado estamos dejando a nuestros hijos y próximas generaciones cuando tenemos el compromiso de heredar una sociedad y un país mejor que como lo recibimos.

 

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