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Los informes presidenciales

El antecedente de los Informes presidenciales podría ubicarse en una disposición de la Constitución española de 1812, que establecía la asistencia obligatoria del Rey a la apertura de las Cortes.

Iturbide inauguró los informes, aunque no fueron constantes ni regulares.

 

Por Alfredo Arnold

Informar sobre “el estado que guarda la nación” ha sido una práctica política desde que México es independiente. Durante el breve Primer Imperio encabezado por Iturbide ya hubo informes, continuaron con la República y se consolidaron después de la Revolución.

Los gobiernos priístas cumplieron fielmente el mandato durante más de 70 años. Después se pusieron de moda las interpelaciones, y finalmente se tomó la decisión de “informar al pueblo” desde Palacio Nacional, con invitados escogidos, o hacerlo desde el Zócalo como fue el último Informe de López Obrador, en tanto el secretario de Gobernación entregaba al Congreso el Informe oficial por escrito.

El antecedente de los Informes presidenciales podría ubicarse en una disposición de la Constitución española de 1812, que establecía la asistencia obligatoria del Rey a la apertura de las Cortes.

Iturbide inauguró los informes, aunque no fueron constantes ni regulares. El gobierno estaba aprendiendo a ser independiente, a organizarse, además de que ya existía una ruptura dentro de la clase política. Iturbide y el Congreso emitieron proclamas y decretos para informar a la población sobre decisiones importantes; el Emperador y otros líderes políticos y militares pronunciaban discursos y arengas dirigidas al pueblo con el objetivo de informar y generar apoyo.

Derrocado Iturbide y ya instaurado el nuevo régimen republicano, Guadalupe Victoria, primer Presidente de México rindió un informe ante el Congreso el día primero de enero de 1825, tal como lo establecía la Constitución de 1824. Así, se formalizó la rendición de cuentas del Poder Ejecutivo ante el Legislativo, y en sus comparecencias posteriores quedaron definidas las atribuciones de los tres poderes de gobierno.

José López Portillo durante su primer informe presidencial en interior del Palacio Legislativo.

El presidente que dio más informes fue Porfirio Díaz, quien estableció que éstos se hicieran dos veces por año; él mismo puso el ejemplo informando 72 veces a la nación.

El día primero de septiembre de 1917, el presidente Venustiano Carranza rindió su Informe de acuerdo a la nueva Constitución, en la que se establecía que el Congreso se reuniera el primero de septiembre de cada año para celebrar sesiones ordinarias y que el Presidente de la República asistiera para presentar un informe por escrito.

Poco a poco el día del Informe se fue transformando en un día de fiesta. Se le llegó a conocer como “el día del Presidente”, ya que asistían dignatarios extranjeros, empresarios famosos, todos los gobernadores. La élite política y económica se reunía en torno al presidente de la República para arroparlo. Cuando Gustavo Díaz Ordaz dio su explicación sobre los hechos estudiantiles de 1968 o cuando José López Portillo anunció el fracaso económico y la nacionalización de la banca, los aplausos fueron atronadores.

Por otra parte, el Informe fue perdiendo solemnidad, extensión y lujos. Un ejemplo: mientras que el IV Informe del Presidente Abelardo Rodríguez (1934) duró 5 horas 35 minutos, el primero de Ernesto Zedillo sólo duró una hora incluyendo la respuesta.

Porfirio Muñoz Ledo y Vicente Fox se especializaron en interrumpir al Presidente durante la lectura del Informe, aunque no fueron los primeros; la historia documenta que, en 1923, el diputado Jorge Prieto increpó al Presidente Álvaro Obregón por su aceptación a que Plutarco Elías Calles fuera su sucesor, y en 1928, el diputado potosino Aurelio Manríquez acusó de “farsante y mentiroso” al Presidente Calles, quien manifestaba su pesar por el asesinato de Obregón.

En 2008 se publicó la reforma al Artículo 69 constitucional, suprimiendo la obligación del Presidente de asistir a la apertura de sesiones del Congreso. La práctica actual consiste en entregar el Informe por escrito; dar un mensaje por parte del Presidente desde donde éste se sienta seguro, generalmente Palacio Nacional, y que los secretarios del Poder Ejecutivo acudan después al Congreso para responder los cuestionamientos de los legisladores.

Todo el glamour que en otros tiempos adornó al Informe, ya quedó en el olvido.

 

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