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La FIL, un espacio político y cultural

Por Carlos Lara

Dr. en Derecho de la Cultura y Analista de la Comunicación y la Cultura

@Reprocultura

El actual gobierno de Jalisco no se ha distinguido, en el marco de lo que solo ellos denominan la refundación del Estado, por impulsar el arte y la cultura. Por el contrario, ha recortado el presupuesto al sector de manera nunca antes vista; ha tenido, tanto en la Secretaría de Cultura del Estado como en la dirección de cultura de Guadalajara, encargados de despacho por meses, la presentación tardía del programa sectorial y un escaso seguimiento de los objetivos trazados en el mismo. Guadalajara es Capital Cultural del Libro por algo que no ha hecho la maltrecha refundación, por lo que no deja de ser paradójico que los impulsores de dicho proceso, en su calidad de servidores públicos, actúen más como militantes de un movimiento político para boicotear uno de los eventos culturales más importantes del mundo como es la Feria Internacional del Libro.

Los criterios estudiantiles de la deteriorada refundación no son suficientes para cuestionar a la FIL. Se necesita más que rencor y ambición política para hacerse escuchar en un escenario como este donde, dicho sea de paso, no ha pesado su ausencia. En el balance se darán cuenta de su error.

¿No era mejor sumarse y debatir de adentro hacia afuera, en todos y cada uno de los espacios políticos, académicos y culturales que para ello se diseñan año con año en esta feria? Es a través de la participación, pero sobre todo del diálogo político civilizado, como se puede cuestionar con efectividad narrativa lo que puede considerarse está mal. Recortar el presupuesto, montar una marcha, una ausencia institucional, impedir el ingreso al recinto y cancelar su difusión en los medios gubernamentales que son en esencia de servicio público y no político, solo demuestra la incapacidad del movimiento gobernante para superar la grilla estudiantil. Olvidan que no están en la política jalisciense con el propósito de ver quien la tiene más larga en el Estado.

Refundar, nos dice la Real Academia de la Lengua, no es solo volver a fundar algo, sino también revisar la marcha de una entidad o institución para hacerla volver a sus principios originales, o bien para adaptarse a los nuevos tiempos. Ambas cosas comportan diálogo y participación, no ausencia, obstrucción y sabotaje.

Véase al titular del Fondo de Cultura Económica, quien ha montado una mesa de literatura rusa y ucraniana en respuesta al veto de la FIL a las editoriales rusas. A eso están llamadas las instituciones culturales y gubernamentales, a generar diálogo, debate y reflexión, a garantizar el derecho de acceso a la cultura y el ejercicio de los derechos culturales. Boicotear una feria del libro mediante una disputa casi zoológica por el poder, raya en la ineptitud.

Ahora bien, es hasta cierto punto entendible si consideramos que el movimiento de la refundación carece de cultura política. No concibe una forma inteligente de hacer política a través de la cultura y cultura a través de la política. Esa fórmula parauniversitaria que ha sabido desarrollar Raúl Padilla desde hace más de 30 años, que hoy proyecta a la ciudad, al estado y al país en el mundo.

Para un movimiento gobernante de esta naturaleza es difícil entender que la FIL es una moneda social, un espacio que confiere estatus, que permite conectar con los demás, que siempre da de qué hablar, sin mencionar sus atributos educativos y culturales. Es decir, no es algo coyuntural como los movimientos, sino un campo estructural en el que participan los agentes políticos por la cuenta que esto trae a Guadalajara, a Jalisco y a México, y cuyo desarrollo institucional requiere de un diálogo civilizado.

Así las cosas en la Feria Internacional del Libro, en la Capital Mundial del Libro. Vaya paradoja, vaya refundación.

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