Opinión Política
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Estados Unidos en las elecciones de México

A simple vista podría pensarse que se trata de un acto que lesiona la soberanía nacional, pero no es así. La figura de “observador” está contemplada por el INE y ha sido muy útil, como veremos más adelante.

 

Por Alfredo Arnold

La candidata presidencial Xóchitl Gálvez hizo recientemente una gira a Estados Unidos, durante la cual se reunió con legisladores, organizaciones simpatizantes y directivos de organismos internacionales. Una de estas reuniones fue con el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, a quien le pidió su presencia en calidad de observador, en las próximas elecciones.

A simple vista podría pensarse que se trata de un acto que lesiona la soberanía nacional, pero no es así. La figura de “observador” está contemplada por el INE y ha sido muy útil, como veremos más adelante.

Ante todo, no se debe confundir al observador con un agente injerencista al estilo de Robert Poinsett o peor aún, de Henry Wilson. A veces con más y a veces con menos énfasis, el gobierno de los Estados Unidos siempre ha estado presente en la sucesión presidencial. Los factores que incidían directamente en la elección del “tapado” en tiempos del PRI, eran, a decir de Alan Riding, autor de “Vecinos Distantes”: el presidente en turno, el Ejército, la CTM (Fidel Velázquez), la dirigencia del PRI, la Iglesia, la cúpula empresarial y el gobierno norteamericano.

No tiene por qué ser ahora de la misma manera, pero sería ingenuo pensar que Estados Unidos no tiene un enorme interés por lo que sucede al sur de su frontera, más ahora que existen lazos tan fuertes y complicados como el T-MEC, la migración, el tráfico de armas y el fentanilo. México es un asunto de Estado para los demócratas y para los republicanos.

La historia que platicaremos hoy es muy reciente. Tiene sólo 23 años.

En la tarde del domingo 2 de julio del año 2000, miles de personas salieron a la calle a festejar, y no precisamente el dramático triunfo de Francia sobre Italia en la final del Campeonato de Europa que se disputó ese día, sino la victoria del candidato panista Vicente Fox.

Hoy podría verse como un hecho normal la alternancia presidencial, pero no en aquel momento, después de 71 años de total hegemonía priísta desde que Plutarco Elías Calles fundó en 1929 el Partido Nacional Revolucionario, que luego adoptó el nombre de Partido de la Revolución Mexicana (1938) y finalmente quedó en Partido Revolucionario Institucional (1946).

Unos años antes había aparecido una novela de ciencia ficción, “El día que perdió el PRI”, pero esta vez era de verdad: el PRI perdió. En propio Fox había declarado en una entrevista, siendo aún gobernador de Guanajuato, que “es más fácil llegar a la Luna que a Los Pinos”.

Más sorprendente que el resultado de la elección, fue el aplomo que tanto el presidente Zedillo como el candidato oficial Labastida mostraron en aquel inesperado momento. Antes de que la noche cayera, Ernesto Zedillo anunció el triunfo de la oposición y unas horas más tarde también lo hizo Francisco Labastida. La elección había terminado con un resultado insospechado, pero no hubo marchas, plantones o quejas de fraude por parte de los derrotados, ni de los ciudadanos.

Sin duda, la derrota caló muy hondo en el ánimo de Labastida, quien aceptó una oportuna invitación de su amigo Mario Vázquez Raña para relajarse unos días en su finca de España.

¿Quién operó a toda velocidad para que el presidente y el candidato oficial aceptaran los resultados electorales? Fue Jimmy Carter, expresidente de Estados Unidos. Tan pronto como el conteo de votos daba una ventaja inalcanzable a favor de Fox, Carter visitó a Zedillo y luego a Labastida, a quienes convenció de la gran importancia que tenía la aceptación de los resultados, y entre más pronto, mejor.

Jimmy Carter vino en aquella ocasión como observador de la jornada electoral.

Es por ello que no tiene nada de raro el que ahora la candidata opositora solicite la presencia de observadores externos, personajes con prestigio internacional, ajenos al INE, al TEPJF, a los partidos políticos y al Gobierno de México.

La candidata del oficialismo, Claudia Sheinbaum, reprobó la iniciativa de Gálvez, aunque debería sumarse a la invitación hecha a la OEA, porque a nadie beneficiaría más que a ella el reconocimiento de un triunfo inobjetable, aceptado por todos, incluyendo a reconocidos observadores extranjeros.

Seguramente habrá muchos observadores acreditados en las elecciones del 2 de junio. Sería deseable contar con personajes y organizaciones como Almagro y la OEA. Entre más certeza haya de que jornada electoral fue limpia y que los resultados son ciertos, mejor.

 

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