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Cultura a altas temperaturas

Por Carlos A. Lara González

Dr. en Derecho de la Cultura y Analista de la Comunicación y la Cultura

@Reprocultura

Aún no se recuperan los museos y recintos culturales del parón provocado por la pandemia, y ya enfrentan otro problema de magnitudes similares en gran parte de Europa, el de las altas temperaturas que los lleva a regular el aire acondicionado a 27 grados. Sí, en España, por ejemplo, el gobierno ha emitido un real decreto para que establecimientos comerciales y espacios públicos, entre ellos los dedicados a la difusión y promoción del arte y la cultura, apaguen las luces de oficinas y aparadores a las 10 de la noche y regulen el aire acondicionado por las mañanas. Esta medida implica, en el caso de la cultura, dejar de iluminar los monumentales edificios de este gran país, un país que vive del turismo. La gran mayoría de países europeos estudian medidas similares ante el mismo problema, ya que este año se han registrado las mayores olas de calor de los últimos años.

Hace apenas dos años, previo a la pandemia del COVID 19, el Fondo Mundial para la Naturaleza y el museo del Prado, con motivo de la celebración de la Cumbre del Clima en Madrid, mostraron cómo sería un planeta si la temperatura aumentara más de 1.5 grados con la campaña “+1.5C Lo Cambia Todo”. Intentaban explicar los daños en la tierra con el posible aumento de la temperatura. Por ello seleccionaron y expusieron cuatro obras maestras como El Paso de la Laguna Estigia, de Joachim Patinir; El Quitasol, de Francisco de Goya; Los Niños en la Playa, de Joaquín Sorolla; y Felipe IV a caballo, de Velázquez, para alertar sobre el aumento del nivel de mar, la extinción de las especies, así como el drama de los refugiados, la desaparición de los ríos y los cultivos por la sequía extrema.

Dos años después, el museo es alcanzado por un real decreto que lo aleja de esa categoría de refugio climático que venía teniendo en los veranos. Por diferentes motivos y exposiciones, el Prado es el museo que más he visitado a lo largo de mi vida. Hace un año lo hice con mis hijos, este año repetimos y notamos ya las restricciones del decreto.

Hace unos días Francisco Salado, presidente de la Diputación de Málaga, declaró: «Queremos turistas satisfechos, no turistas asados o a los que les da miedo andar por las calles oscuras». El señor Salado debería medir sus palabras, además de saber que existen sistemas para contar con aire acondicionado como los termos eléctricos por aerotermia, con sólo instalar paneles fotovoltaicos. Asimismo, dispositivos de prepago para controlar o frenar el uso del aire acondicionado limitando las horas diarias gratuitas de aire o calefacción. Sistemas que permiten regular el consumo, pues si este se excede, el turista debe echar monedas; de esta manera se induce a practicar un consumo responsable de energía.

En Castilla la Mancha, esa región que durante décadas fue el granero de toda España, tuve la oportunidad de ver grandes campos de placas solares, así como de conocer una casa autosustentable en San Lorenzo de Tromes. Una casa que emplea el sistema de aerotermia para mantenerse fría en verano y caliente en invierno. Un sistema que comienza a emplear la denominada España Vaciada, esos pueblos y comunidades que han quedado abandonados, que han sacado el pecho una vez más mediante el turismo rural, la aerotermia, campos eólicos y la instalación de paneles solares. Que cambia el paisaje, sí. Debemos aprender a vivir de otra manera y a hacer turismo en otras condiciones. Debemos comenzar a aprender la única ley científica que la historia enseña, y es que las cosas cambian, como señala el historiador José Álvarez Junco.

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