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Centros Históricos, todo un reto

Por Carlos E. Martínez Gutiérrez

Consultor en Desarrollo Urbano y Vivienda

@carlosemgtz 

Motivadas por el espejismo de tener vivienda propia y de mejor calidad, las personas emigraron de los centros de las ciudades hacia la periferia, cambiando zonas con todos los servicios por la ilusión aparente de una mejor calidad de vida.

En los últimos años la política urbana y sus instrumentos jurídicos, como los planes de desarrollo urbano, fueron concebidos para la expansión urbana bajo la premisa de la urgente necesidad de viviendas, real o ficticia, pero al final todos los esfuerzos del estado y los desarrolladores de vivienda fueron en ese sentido, todas las facilidades para construir viviendas.

La implementación de esta política pública generó múltiples problemas donde hoy en día sufrimos los efectos: ciudades dispersas con falta de servicios en las nuevas zonas, grandes vacíos urbanos, infraestructura insuficiente, falta de transporte público, viviendas abandonadas; la vivienda digna quedó solo en el discurso y en los planes de venta, pero lo lamentable fue, sobre todo, la pérdida de la calidad de vida de los ciudadanos.

Esta emigración del centro de la ciudades hacia las periferias ocasionó que los centros se convirtieran básicamente en mono usos basados en el comercio, donde tradicionalmente estaban compuestos de múltiples usos del suelo, con una interrelación muy estrecha entre diversas actividades como comercio, servicios y vivienda, pero lo más grave es que se rompió el tejido social, la vida en comunidad, la vida de barrios, por ende, se convirtieron en zonas deshabitadas entrando a un estado de degradación constante y por consiguiente inseguros; en contraposición, estas mismas zonas con un gran potencial desaprovechado en materia de servicios, transporte público, escuelas, plazas, espacios públicos y equipamientos en general subutilizados.

Como ejemplo, la ciudad de Guadalajara ha perdido en los últimos veinte años más de 260 mil habitantes, alrededor del 19% de su población, según cifras del INEGI, con el impacto social y económico que significa para la ciudad y sus autoridades

Pero si el problema no fuera suficiente, las nuevas políticas urbanas impulsan la consolidación de las ciudades a base de una densificación donde algunas autoridades y desarrolladores han entendido como una exagerada verticalización, destruyendo lo “viejo” para dar paso a la modernidad bajo el mismo esquema, pero en lugar de crecer horizontalmente ahora es verticalmente.

Esta visión, por demás peligrosa, pone en riesgo lo más importante de los Centros Históricos que es su patrimonio arquitectónico edificado, artístico y cultural; se corre el riesgo, en aras de un afán mercantilista, de perder su identidad, su fisonomía, sus características propias, resultado de cientos de años de evolución de sus habitantes.

Afortunadamente hay ciudades que han entendido el valor de la cultura, de su patrimonio, de su identidad, y han sabido cuidarlo y acrecentarlo con acciones urbanísticas que lejos de degradarlo lo han potencializado para orgullo de sus moradores. Con estas acciones también han creado centros vivos, atractivos para sus habitantes y el turismo, permitiéndoles desarrollar una economía local de gran importancia para su desarrollo.

Si analizamos los logros de estos Centros Históricos o ciudades, están basados en el convencimiento de la sociedad y gobierno que han visto el bien común y no solo el bien material de unos cuantos. Gran reto se tiene en los Centros Históricos para realizar proyectos estratégicos para revitalizarlos. ¿Habrá voluntad política para hacerlo? ¿Esperáremos que el tiempo nos de la respuesta? ¿O incidimos para que se haga?

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