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Ármese el que pueda

Charlas en la Cafetería del Barrio

Por Alberto Mora

@alberto_mora

-¿En qué nos hemos convertido como sociedad? ¿Qué clase de civilización se permite linchamientos en la plaza pública? ¿Para qué sirven las policías, la Guardia Nacional, los órganos de procuración de justicia o el Poder Judicial? ¿Qué puede justificar la violencia ejercida en la justicia por cuenta propia? Era un pobre muchacho de 31 años que solo quería pasar sus días libres en medio de aquella comunidad en las montañas de la Sierra y terminó asesinado.

“Me dieron ganas de llorar cuando escuché la noticia en la radio: ‘… a Daniel Picazo González, que salió de su domicilio en Ciudad de México para visitar la casa que le heredó su abuelo en una pequeña localidad del estado de Puebla. Por un rumor que corrió días antes en grupos de WhatsApp y Facebook, que decía que gente foránea estaba raptando niños para traficar con sus órganos. Sin investigación alguna, lo detuvieron, golpearon, incendiaron, lo lincharon hasta quitarle la vida; aproximadamente 200 habitantes de la localidad de Papatlazolco’”.

Así arranca la charla Javier, profesor de la Universidad pública a quien le gusta pasar el tiempo en la cafetería del barrio con su esposa. Ella, también profesora en la misma institución y también aficionada al aroma, al sabor, al cuerpo, la acidez, textura y crema; es decir los atributos organolépticos del café que se filtra en el lugar.

-Los linchamientos, la mayoría de las veces, según la versión de los protagonistas, buscan la atención o la solución al problema de la inseguridad ciudadana-, responde Susana, con un tono reflexivo-. En mi opinión, la realidad es que constituyen actos abominables, actos de desprecio y descalificación hacia las autoridades y al fracaso de un Estado donde debería imperar el Derecho, a un tejido social descompuesto. El uso legítimo de la fuerza y de las armas de fuego es facultad exclusiva de la autoridad para salvaguardar la integridad de las personas, nuestro patrimonio, derechos, libertades y mantener el orden público. Esto que sucedió en Puebla no es un caso aislado, los linchamientos se han convertido en un fenómeno que convulsiona el orden del país. No existen políticas públicas destinadas a la prevención de los linchamientos, ni un marco legal claro al respecto.

Javier solicita otra ronda de cafés, y responde a Susana con más calma que en el inicio de la charla: – En México hay literatura que documenta estas atrocidades desde 1897. Claudio Lomnitz narra el asesinato de Arnulfo Arroyo en su libro “El Primer Linchamiento en México”, un librito muy interesante que documenta hechos ocurridos en la época de Don Porfirio. También en el siglo pasado se grabó una película documental sobre este tema. No sé si te recuerdas aquella que trata sobre estudiantes y trabajadores de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla que fueron acusados de ser comunistas y los pobladores los atacaron con piedras, machetes, palos y pistolas, convencidos de que eran enemigos, ladrones, agitadores.

-¡Claro! -afirma Susana- la titularon “Canoa: memoria de un hecho vergonzoso”, es una película que dirigió Felipe Cazals en 1976, basada en hechos reales donde cinco jóvenes que se dirigían a escalar un volcán, debido al mal tiempo, tienen que refugiarse en un pueblo cercano. Ahí la paranoia religiosa incitada por el párroco local hace que el pueblo los confunda con comunistas y deciden lincharlos.

Javier solicita la cuenta al barista y continúa la charla: – Esta es una conducta que ha venido escalando. La justicia por mano propia es una desviación institucional donde las personas en vez de acogerse o dirigirse a las instituciones de prevención o procuración de justicia para resolver conflictos, se atreven a resolverlos ellos mismos. Por una razón no confían en las autoridades. Por eso vecinos organizados crean un modelo de autodefensa en sus barrios y es cada vez más frecuente encontrarnos en las ventanas de casas lonas con leyendas que dicen: “Alto a la delincuencia, vecinos organizados, si te agarramos te linchamos.” Por eso en zonas rurales limoneros y aguacateros tomaron las armas para protegerse y formaron grupos de autodefensa y guardias comunitarias. Por eso empresarios y comerciantes tienen sus propias autodefensas armadas en la modalidad de escoltas personales que cada vez vemos con más frecuencia en las calles, restaurantes, escuelas o centros comerciales. Y vendrán más malas experiencias mientras el gobierno no construya mejores políticas públicas de seguridad, combate a la corrupción y erradicación de la impunidad.

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