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“Alito”, López Obrador y la 4T

NOTA DEL EDITOR

Por Julio César Hernández

@jcentresemana

En la avalancha de declaraciones en pro y en contra que ha generado la decisión de Alejandro “Alito” Moreno de buscar reelegirse como dirigente al frente del PRI, tras promover y lograr la aprobación de una reforma a los estatutos que lo autorice, en una asamblea nacional señalada de ilegal por sus detractores dentro del partido, destaca la que ha hecho el excandidato presidencial Francisco Labastida Ochoa en varias entrevistas.

Labastida Ochoa refiere que el 2018, en el marco del proceso electoral interno para elegir al presidente del PRI, en el que finalmente contendió “Alito” Moreno contra la yucateca Ivonne Ortega, el aspirante al cargo y precandidato presidencial en ese año, José Narro Robles, ex rector de la UNAM y ex secretario de Salud, le comentó que en su momento el hoy presidente del PRI lo conminó a no contender por el cargo, pues aseguró que él contaba ya con el apoyo del presidente saliente, Enrique Peña Nieto, y el electo, Andrés Manuel López Obrador, para suceder a la entonces dirigente Claudia Ruiz Massieu Salinas.

Pero no sólo eso, contó Labastida, sino que, además, “Alito” le aseguró a Narro que contaba con 300 millones de pesos -que presuntamente salieron del gobierno de Campeche- para su campaña y lograr su objetivo de llegar a la dirigencia nacional priista.

Han corrido dos o tres semanas desde la primera vez que Labastida Ocho reveló lo anterior, y es fecha de que José Narro no ha salido a negarlo. Su silencio confirma que es verídico lo que le contó a quien también fue secretario de Gobernación, de Agricultura y de Energía, además de gobernador de Sinaloa.

De Alejandro Moreno se ha dicho mucho y no precisamente cosas buenas por su forma de actuar, por las decisiones que ha tomado para no sólo controlar al PRI sino para apropiarse de él con el apoyo de sus incondicionales que, por supuesto, también se han visto beneficiados con el reparto de cargos y espacios en cada uno de los estados, incluido Jalisco, por supuesto.

“Alito” Moreno llegó a la dirigencia nacional del PRI y colocó en las dirigencias estatales a sus incondicionales, como incondicionales son los que integran el Consejo Nacional del partido y como son quienes asistieron a la pasada asamblea nacional y a mano levantada le concedieron la reforma que impuso: la reelección de la dirigencia hasta por tres ocasiones con un período de cuatro años cada una.

Si las primeras reformas que promovió y logró que se aprobaran de concentrar en el presidente nacional del PRI todas las decisiones, como inclusive la agenda del día a tratar en los consejos políticos estatales, esto último de la reelección en la dirigencia fue “la gota que derramó el vaso”.

Y no sólo porque aceleró la renuncia de muchos militantes que se sumaron a la que se registraba de modo “hormiga” a lo largo de los años que tiene al frente del PRI, sino porque propios y extraños auguran que a partir de ahora “Alito” y sus incondicionales comenzaron a pavimentar el camino que en pocos años los llevarán al destino que hoy alcanzo al Partido de la Revolución Democrática: la pérdida del registro y su extinción.

La mejor prueba de ello, afirman es el hecho de que cuando Moreno Cárdenas tomó las “riendas” del partido, el PRI gobernaba 10 estados y actualmente sólo lo hace en dos: Coahuila y Durango.

Lo que cuenta Labastida que le dijo Narro sobre la llegada de “Alito” a la dirigencia, augura, además, que esa extensión de apoyo que habría recibido de López Obrador ahora tendrá que retribuirlo con votos en el Congreso de la Unión para que el Plan C de la 4T llegue a buen puerto. Ese es el temor que tienen por la permanencia de Moreno en la dirigencia, tenor bien fundado si no logran echar para atrás las reformas a los estatutos priistas.

 

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