Opinión Política
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A 125 años del nacimiento de Efraín González Luna

Por José Antonio Elvira de la Torre

Prof. del Departamento de Estudios Políticos del CUCSH de la UdeG

El próximo 18 de octubre se cumplen 125 años del nacimiento de don Efraín González Luna (1898-1964), un jalisciense excepcional que tuvo una enorme contribución para nuestro país y nuestro estado con sus ideas y su intelectualidad, con su ejemplo de vida individual, familiar y colectiva y también, por supuesto, con su participación en los asuntos públicos y la política.

Inmersos en la cultura de la novedad y la inmediatez, sujetos de inagotables torrentes de información y estímulos audiovisuales, parece que no tenemos espacio para la reflexión ni para reconocer la vida y el legado de personas que, como González Luna, contribuyeron a la construcción de lo que hoy somos como nación, como comunidad política. Por ello, conmemorar el 125 aniversario de su nacimiento es el pretexto perfecto para que las nuevas generaciones conozcan y reflexionen sobre su vida y obra, sobre su contribución a la democracia desde la filosofía del humanismo político.

Uno de los impactos visibles y actuales de las ideas de don Efraín es la apropiación que actores y organizaciones políticas de las más diferentes visiones, proyectos y colores han hecho de términos como el humanismo político y el bien común, que se han incorporado al discurso y práctica de la política. Desafortunadamente, esta apropiación es en muchos de los casos, indebida, ya que no reflejan en su desempeño político cotidiano haber comprendido cabalmente la trascendencia y responsabilidad que implica utilizar estos términos. La vaciedad que para algunos actores políticos significa hablar de humanismo, don Efraín la colmó no sólo con pensamientos y textos sino con ejemplos de vida.

Dotar a la política de una indispensable base ética no sólo fue un ejercicio intelectual de González Luna, sino una permanente responsabilidad de llevarla a los hechos como lo demostró su importante participación en la fundación de una organización política como el Partido Acción Nacional en los tiempos de un autoritarismo exacerbado que no permitía la disidencia en términos de la definición del proyecto de nación y comunidad, sino que, además, buscaba cooptar y corromper, censurar y perseguir, con el propósito de impedir la oposición política.

Para don Efraín la participación en la política no debía orientarse a la búsqueda de cargos, beneficios o reconocimiento personal sino a propósitos que reflejaran la trascendencia del ser humano y mejorara la vida de las personas, reconociendo en todo momento su dignidad y su libertad. Debía entenderse como una responsabilidad individual con implicaciones en lo social, como una herramienta que permitiera a los ciudadanos deliberar, disentir y, eventualmente, cooperar con otros en la construcción de lo colectivo como, por ejemplo, una efectiva democracia o mejores gobiernos que fueran de utilidad para que tanto las personas como el conjunto de ellas en comunidad alcancen sus propósitos.

Hay que recordar y celebrar a González Luna por su pensamiento, por su ejemplo y por su obra para saldar una parte de la deuda que tenemos con su legado y contribución.

 

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