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Nueva oportunidad en medio del ruido electoral

REFLEXONES

Por Gonzalo Leaño Reyes

Se acabaron las etapas de simulación, precampaña e intercampaña electorales. Ahora sí comienza la batalla en serio, la lucha por la presidencia de México que se extenderá durante los siguientes tres meses.

El país llega a este punto de partida con fundadas dudas sobre el desarrollo de la parte definitiva del proceso electoral y particularmente sobre lo que sucederá el día 2 de junio y en los días posteriores. Hay versiones en todos los sentidos, desde el optimismo gubernamental de que todo saldrá bien, hasta el pesimismo de sectores de oposición que temen un asalto a la democracia, tal como fue el denominador de las multitudinarias manifestaciones del pasado 18 de febrero en la capital y en otras ciudades de México y del extranjero.

Las encuestas que muestran cifras contradictorias, el activismo no disimulado de quienes aspiran a la silla presidencial, las acciones criminales perpetradas en contra de pretendientes a obtener cargos electorales, el ruido ensordecedor de las redes sociales y la cada vez más enconada polarización de la sociedad, son elementos que en nada abonan al clima electoral.

No debería sorprender esa situación ya que algo similar se ha visto en las elecciones más recientes en otros países, como en las últimas contiendas de Bolivia, Perú y Argentina, por ejemplo. Inclusive en Estados Unidos, que elegirá presidente y gobernadores en noviembre, el ambiente es cada vez más tenso.

La disputa electoral se ha convertido en un serio problema para una buena parte del mundo; en algunos casos ha llegado a amenazar la seguridad nacional de las naciones. No queremos que eso ocurra en México.

Aunque para millares de personas el tema económico no sea tan visible como el político, México vive un momento crucial, pero al mismo tiempo positivo, para dar otro salto hacia adelante en su desarrollo y lucha contra la desigualdad. Estamos ante una oportunidad dorada por el llamado nearshoring, tal como lo estuvimos hace treinta años con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y más recientemente con el T-MEC, del que ciertamente hemos obtenido resultados favorables, aunque insuficientes.

Hay muchos temas que distraen la atención de los mexicanos, como la discusión de las propuestas de reforma constitucional enviadas al Congreso por el Ejecutivo, la violencia desatada, la amenaza de crisis del agua, etcétera. Aún hay tiempo de recuperar la normalidad, es decir, trabajar cada uno en lo suyo y, como ciudadanos, escuchar atentamente las propuestas de quienes aspiran a la presidencia.

Por el bien del país, no conviene dejar pasar esta nueva oportunidad de impulso económico que ya quisieran tener la mayoría de los países, y menos por cuestiones políticas.

 

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