Opinión Política
ANÁLISIS

La silla que nadie quiere… hasta que la quieren todos

Transición en la ASEJ

 

Por: Redacción

El salón de comisiones del Congreso de Jalisco es un relicto de burocracia: paredes de madera que han visto pasar promesas y traiciones, sillas que crujen bajo el peso de decisiones que nadie quiere asumir. Afuera, el viento de diciembre 2025 golpea las ventanas como un recordatorio de que el tiempo no espera. Adentro, el 3 de diciembre, Miguel Orlando Turriza Cuevas entra con la precisión de un economista que ha equilibrado caminos imposibles. No es un político de relumbrón; es un técnico con callos en las manos de firmar cheques públicos por valor de seiscientos mil millones de pesos. Y hoy, aspira a la Auditoría Superior del Estado (ASEJ), esa entidad que todos temen, pero pocos entienden.

Se sienta. La Comisión de Vigilancia, con sus diputados y el Comité de Participación Social, lo observa. Cinco minutos para exponer su vida. Turriza no los desperdicia. Empieza por el principio, como si estuviera auditando su propio currículo.

“Más de treinta años en el sector privado me enseñaron a planificar, ejecutar y controlar proyectos con precisión quirúrgica”, dice, con una voz que no alza el tono pero corta el aire. Gerencia de proyectos en empresas que no nombra, pero que implican liderar equipos en entornos donde un error cuesta fortunas. Luego, el salto al sector público: Director General de Egresos en el Gobierno de Jalisco. “Ejercí todos los recursos: estatales, federales, de créditos. Todo comprobado al cien por ciento, sin una sola sanción”. Imagínese: manejar un presupuesto que podría reconstruir ciudades enteras, alineado a normativas que cambian como el clima. No es solo números; es conocer cada programa, cada ley, cada comprobante que evita que el dinero se evapore en la niebla de la corrupción.

Pero Turriza no se queda en el pasado. Menciona su paso por Michoacán: responsable de la entrega-recepción en la Secretaría de Finanzas, atendiendo auditorías federales. “Conocí las plataformas, los reservorios digitales. Usé blockchain y nubes para que ningún papel ‘desaparezca’ mágicamente”. Lideró equipos del tamaño de la actual ASEJ, sin quejas, con resultados que hablan por sí solos. “No tengo conflictos de interés”, añade, casi como un mantra. “Mi vida pública y privada está documentada, explícita”. En un mundo donde los auditores a menudo terminan auditados, eso es un escudo de oro.

La comisión asiente, pero el verdadero fuego viene cuando Turriza despliega su visión. No es un aspirante que promete vaguedades; es un arquitecto con planos detallados para transformar la ASEJ de un órgano reactivo en una máquina proactiva contra la corrupción. “La auditoría superior necesita un reimpulso”, dice. “Tecnología primero: plataformas digitales, datos abiertos, inteligencia artificial para abaratar costos y aumentar eficiencia”. Imagínese un sistema donde los blockchain aseguren que cada gasto sea traceable, inmutable, como un tatuaje en la piel del presupuesto público.

Luego, el corazón de su propuesta: fortalecer el seguimiento para que las auditorías no mueran en el papel. “La debilidad histórica es que detectamos irregularidades, pero no hay sanciones reales”, responde al diputado Alberto  Alfaro, quien pregunta por qué en Jalisco las auditorías “encuentran todo y no pasa nada”. Turriza no titubea. “Creemos una unidad de seguimiento con facultades vinculantes: plazos estrictos, responsabilidades claras. Si una carretera se deshace en tres meses después de inaugurada con diez millones de pesos, esa unidad tiene noventa días para investigar y reportar. ¿No lo hace? Que alguien responda por omisión, porque no actuar es tan grave como robar”.

El salón se tensa. Algunos diputados se remueven en sus asientos; han oído quejas ciudadanas sobre obras fantasmas, pero pocos proponen soluciones tan incisivas. Turriza va más allá: “Un semáforo digital público, actualizado en tiempo real. Rojo si no se corrige, verde si sí. Muestre quién cumple, quién no, y qué sanciones son recurrentes –obra pública, programas sociales–. La sociedad será el principal auditor”.

Y no para ahí. Propone convenios de interoperabilidad con la Contraloría y la Fiscalía Anticorrupción: “Un expediente único, sin duplicidades. Si detectamos algo, fluye directo a ellos, no espera seis años hasta que prescribe”. Recuerda la Ley General de Responsabilidades: siete años para faltas graves, pero ¿por qué dilatar? “Agilidad o nada”.

Pero Turriza no es solo látigo; ofrece zanahoria. “Creemos un área consultiva activa para funcionarios, especialmente municipales, que no tienen capacidades administrativas”. Imagínese: un ente que responde consultas específicas, como el SAT. “¿Basta una foto y factura para comprobar un evento? Sí, según criterio publicado. Eliminemos la discrecionalidad”. Circulares técnicas obligatorias, manuales consultables, criterios como jurisprudencias: “Si falta la lista de asistencia, no se valida. Claro, público, para todos”. Así, previene faltas antes de que ocurran, ahorrando litigios, tiempo y dinero.

Neira Godoy, del Comité, le pide un ejemplo de liderazgo. Turriza revive su obra maestra en Jalisco: el Fideicomiso Maestro de Línea de Crédito Global Municipal, nacido de la Ley de Disciplina Financiera. “Antes, cada municipio venía al Congreso por autorizaciones individuales –un millón para un drenaje, dos para un puente–. Costoso, ineficiente. Coordiné a síndicos, tesoreros y presidentes de todos los partidos y tamaños. Creamos una plataforma: subían proyectos, Planeación validaba costos-beneficios, SIOP revisaba. El estado tramitaba todo. Excluimos metropolitanos al principio para no complicar, pero se sumaron. Sigue funcionando, quince años después”. En Michoacán, otro hito: migración a plataformas digitales para auditorías federales durante el COVID-2022. “Fuimos el estado piloto: todas las dependencias, OPDs y secretarías en línea. Perdí sueño, pero logramos el cien por ciento”.

Turriza cierra con un llamado a la transparencia radical: “Informes ciudadanos en lenguaje simple, con infografías. No solo técnicos; la gente quiere saber si el hospital curó pacientes, si la escuela educó niños. Publiquemos resultados de programas, no solo costos de pizarrones”. Auditoría de desempeño, datos abiertos permanentes: “Haz clic y ve qué pasó con esa irregularidad del 2000”.

Cuando se levanta, el silencio es ensordecedor. “Quedo a sus órdenes”, dice, pero sus palabras ya han plantado semillas. En los pasillos, el rumor crece: este hombre no solo sabe dónde están los esqueletos; tiene un mapa para desenterrarlos y un plan para que no se acumulen más.

La ASEJ requiere dos tercios de votos. Hoy, Turriza no solo se postuló; redefinió el cargo. ¿Quemará la silla? Tal vez. Pero por primera vez en mucho tiempo, alguien parece capaz de enfriarla con transparencia y acción. La corrupción tiembla; la sociedad, por fin, podría sonreír, el juego no termina hasta que termina.

 

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