Por Alfonso Gomez Godínez
alfonsogogo6@gmail.com
Evaluar el primer tramo de la gestión de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo es parte de una práctica vinculada con la rendición de cuentas, andamiaje consustancial a un sistema democrático y de división de poderes. Sin embargo, vivimos tiempos complejos tanto para quienes ejercen los quehaceres públicos como para los que realizan labores de análisis, reflexión y crítica en torno a las acciones de gobierno.
Para los que gobiernan su problema es que la brecha entre promesas y resultados apunta cada día a ampliarse en medio de una tendencia creciente de viejas y nuevas demandas sociales y una, también creciente, restricción en la disponibilidad de recursos para atenderlas satisfactoriamente, a la par que actores trasnacionales incrementan su influencia en la vida pública y los poderes fácticos acotan los espacios de gobernabilidad y autonomía estatal.
Por otra parte, cada vez más se acentúa la orientación de los gobiernos bajo la lógica y la exigencia de los rendimientos político-electorales con el imperativo de obtener clientelas de votantes para ganar elecciones y, así, imponen sus reglas en torno a la definición, conceptualización e instrumentalización de los más significativos programas gubernamentales.
Por factores como los señalados con anterioridad, lo urgente, el corto plazo y las políticas reactivas, atender lo inmediato, lo obvio y visible, se prioriza y se ejecutan, descuidando y desdeñando lo estratégico, lo que tendrá trascendencia para un mejor futuro, para el mediano y largo plazo. Pareciera que el sentido de las políticas públicas es mantener el estado de cosas y no cambiarlas en su fondo.
Para las aspiraciones gubernamentales, asignar recursos presupuestales a los programas públicos no es necesariamente garantía de cumplimiento de objetivos y metas. El enfoque de ampliación de recursos económicos y materiales para mejorar resultados es un enfoque simple, que olvida la consistencia del programa, su coherencia, la evaluación de impacto de su aplicación y rendición de cuentas.
Sin embargo, las narrativas emocionales, contestatarias, vinculadas al nacionalismo, la reivindicación de referentes históricos y una definición propia sobre los buenos y los malos, envuelven los mensajes desde el poder político y legitiman sus decisiones y acciones. Al final, la realidad, la terca realidad, tarde o temprano, será el mejor juez que calificará para la posteridad a cada gobierno.
Por lo que corresponde a los que forman opinión pública, que califican al ejercicio gubernamental, también enfrentan y conviven con sus propios avatares. Actúan en tiempos de una acentuada polarización social, una narrativa propicia para la rápida apología como para la insultante descalificación. Creo que nos encontramos en un medio ambiente político y social poco favorable para el diálogo colectivo razonado y creador de capital social. Las voces distintas a las propias no se recrean en un ejercicio dialéctico que abone a enriquecer el debate público, sino que son ignoradas, desprestigiadas y denigradas bajo una óptica unipolar y autoritaria.
Desde cada trinchera solo se quiere oír y dar credibilidad a lo que pontifica el correligionario. Los recientes acontecimientos donde detonó la violencia en la Comisión Permanente de la Congreso de la Unión dan testimonio de ese clima tirante y de confrontación. La verdad de uno trata de imponerse sobre la verdad del otro y ante la ausencia de política y de argumentos, los golpes y la agresión imponen su voluntad.
Visto el fondo, en la forma, México tiene hoy una cita republicana. Informe y rendición de cuentas del Ejecutivo ante la representación popular que encarna el Congreso. Asimismo, se abre un nuevo período de sesiones del Congreso, lo que representa la división de poderes. Por sí no fuera suficiente, un nuevo Poder Judicial se refunda y asume su responsabilidad. Así se abre el segundo tramo de gobierno de Claudia Sheinbaum.