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Casa Reforma

Por Carlos E. Lara González

Dr. en Derecho de la Cultura y Analista de la Comunicación y la Cultura

@Reprocultura

Lo esencial es invisible a los ojos

Antoine de Saint-Exupéry

Casa Reforma es un inmueble histórico del siglo XVII ubicado en el 369 de la calle que lleva su nombre, en el corazón del centro histórico de Guadalajara. Un espacio dedicado al fomento del arte y la cultura, operado por la compañía de títeres más antigua de Jalisco que dirige Antonio Camacho quien, con paciencia de chino preso, ha logrado hacer, con un equipo entusiasta de las artes escénicas, una autentica coperacha entre instituciones públicas a lo largo de más de diez años hasta lograr hacer de esta un espacio digno.

Falta mucho por hacer en el inmueble, pero opera ya en condiciones. Funciona en el marco de un comodato otorgado por el Ayuntamiento de Guadalajara a la AC “El Arte de los títeres”, que tiene como parte de su objeto social el cultivo de las artes escénica, la atención a la niñez y la preservación del patrimonio de la ciudad. Desde entonces viene ofreciendo obras teatrales, musicales y dancísticas, así como el acento de la agrupación: la ópera con títeres. Esto le ha valido contar con apoyos de programas institucionales como México en escena y ser anfitrión de grandes creadores.

Para los políticos en turno, es una gran obra que deslumbra, tanto por su historia cuando se las cuentan, como por lo que ahí se realiza. Sin embargo, no es una prioridad. Prioridades son en este momento una escultura de 40 millones de pesos en la calzada Independencia que quieren atribuir a Luís Barragán, así como los 25 millones de un volantín (como se decía en tapatío setentero) hoy carrusel, a unas cuadras de Casa Reforma, en el Jardín Reforma, creado para honrar la memoria de los reformistas de Jalisco y donde, por cierto, tuvieron que mover el busto del reformista Silverio Núñez para que cupiera dicha novedad.

En mi reciente visita a Guadalajara constaté que todos aquellos entonces polémicos proyectos urbanos del año 2000 se han venido consolidando 20 años después. Hablo de la Vía Recreativa (de la que el propio funcionariado se rió en su momento); de las ciclovías que tuvieron cientos de opositores; de la también costosa peatonalización del centro de la ciudad, que pasa por colocar las plazas públicas al mismo nivel que las calles, eliminando de paso los letreros de “prohibido pisar el pasto”. Y qué decir del rescate del Puente de las Damas, los aún polémicos bolardos en calles y avenidas, el rescate de Chapultepec etc.

Lo que no ha cambiado en más de 20 años es la pachorra presupuestal para los proyectos que verdaderamente merecen la pena como La Casa Reforma. Es decir, aquellos que no ofrecen a los políticos en turno el corte de un listón debido a que su realización es de largo aliento.

A vuela pluma, podría decir que de las obras políticas de los últimos decenios de una Guadalajara que llega a sus 481 años de vida, quedan proyectos faraónicos que van de la Plaza Tapatía a Los Arcos del Milenio. En tanto que de los proyectos urbanos y de arte urbano, vemos buenos testimonios bajo la batuta arquitectónica de personajes que van de Vicente Saborío y a Ricardo Agraz, pasando por vigías del patrimonio como Nacho Gómez Arriola, Cuauhtémoc del Regil y Alejandro Canales Daroca.

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