Por Carlos Martínez Villaseñor
Abogado
El pasado 3 de agosto, Movimiento Ciudadano inició en Jalisco la renovación de sus dirigencias municipales con la elección de 64 nuevos coordinadores en un evento realizado en la Casa Ciudadana. Es el primer movimiento formal tras la elección de 2024, una acción que busca mantener las plazas donde gobierna con holgura y reforzar aquellas donde el voto fue insuficiente. El balance que dejaron las urnas es un mapa contrastante, que combina victorias contundentes en zonas estratégicas con derrotas que no pueden ignorarse.
En el corazón del Área Metropolitana de Guadalajara, MC mantiene el control de sus principales bastiones. En Guadalajara, obtuvo 308 021 votos (41.64 %), asegurando la presidencia municipal con un margen cómodo. Zapopan, el municipio más poblado del estado, le dio 323 708 sufragios (48.91 %), confirmando la continuidad de un gobierno que ha proyectado estabilidad y gestión. Tlajomulco de Zúñiga reafirmó su condición de semillero político emecista con 94 337 votos (48.80 %), manteniendo una racha de triunfos consecutivos desde hace más de una década.
Fuera de la capital y su zona conurbada, MC retuvo municipios estratégicos del interior como Lagos de Moreno, Tala, Arandas, Ameca, Ocotlán y Zapotlanejo, que fortalecen su presencia en regiones clave como los Altos, los Valles y la Ciénega. Sin embargo, también cedió terreno: Puerto Vallarta quedó en manos del PVEM en coalición con Morena, Ciudad Guzmán pasó a la misma alianza, y Tepatitlán fue ganado por la oposición, lo que reduce su control en polos turísticos y agroindustriales de alto peso económico.
En contraste, municipios como Tlaquepaque y Tonalá mostraron retrocesos preocupantes. En el primero, MC alcanzó 109 562 votos (39.65 %), pero perdió frente a la coalición Sigamos Haciendo Historia. Tonalá fue aún más crítico, con apenas 47 014 votos y un segundo lugar detrás de Morena, marcando un retroceso en un punto estratégico para el equilibrio metropolitano. En regiones del sur y norte, como Colotlán o áreas rurales de la Costa Sur, el respaldo se mantiene por debajo del promedio estatal, evidenciando que la expansión hacia zonas menos urbanizadas sigue siendo un reto.
El análisis numérico ofrece una lectura clara: MC gobierna con comodidad en centros urbanos densamente poblados y en algunos municipios con valor económico estratégico. Esto le otorga control sobre una parte sustancial de la población y acceso a recursos, pero la fuerza no se distribuye de manera homogénea. Existe un cinturón de municipios periféricos y regiones rurales donde el voto es frágil y la presencia institucional limitada.
“La renovación de comités municipales no es solo un trámite orgánico, sino una oportunidad para detectar liderazgos sociales y activos en territorio que ofrezcan soluciones reales a los ciudadanos”.
Parte de esa tarea implica una recuperación en la votación de los distritos locales y federales. En la elección pasada, MC ganó 6 de los 20 distritos locales en Jalisco, pero no obtuvo ninguno de los 20 federales. En un estado donde estos distritos determinan el peso en el Congreso local y la representación federal, esta pérdida es significativa. No basta con ganar alcaldías; es imprescindible equilibrar el mapa distrital para asegurar que las decisiones legislativas también respondan a su proyecto.
La Costa, los Altos, el Sur y la Zona Metropolitana de Guadalajara no comparten los mismos retos ni las mismas demandas. En Lagos o Arandas, el enfoque pasa por el desarrollo agroindustrial; en Tala y Ameca, por la gestión urbana y la conectividad; en Zapotlanejo, por consolidar la proyección metropolitana; y en Tlaquepaque o Tonalá, por recuperar la confianza ciudadana en seguridad y servicios públicos. Esta diversidad exige un MC flexible y capaz de adaptar su mensaje y políticas a cada contexto.
En este proceso, la renovación de comités municipales no es solo un trámite orgánico, sino una oportunidad para detectar liderazgos sociales y activos en territorio que ofrezcan soluciones reales a los ciudadanos. También implica reconstruir la cohesión interna que caracterizó al partido en sus orígenes, donde los grupos locales funcionaban como motores de trabajo y conexión con la base.
Además, el grupo político Lemus–Alfaro estará a prueba en estas elecciones internas. Su capacidad para ordenar candidaturas, administrar equilibrios regionales y procesar acuerdos entre corrientes sin fracturas definirá si MC llega a 2027 con una operación unificada. Si privilegia consensos verificables por encima de imposiciones, el partido ampliará base y reducirá desgaste; si no, el costo puede pagarse en distritos y alcaldías clave.
En política, la fortaleza real no se mide solo en victorias pasadas, sino en la capacidad de blindar el mapa electoral frente a cambios abruptos. Si MC quiere llegar a 2027 con ventaja, tendrá que ampliar su base en municipios donde hoy apenas compite, sin descuidar las ciudades que le han dado el triunfo. La expansión hacia el interior del estado no es una opción: es una condición indispensable para sostener su liderazgo.
La próxima batalla no se ganará únicamente en Guadalajara, Zapopan o Tlajomulco. Se definirá también en las calles de Tonalá, en los mercados de Lagos de Moreno, en las zonas industriales de Arandas o en los barrios populares de Tlaquepaque. Y ahí, más que discursos, contarán los resultados tangibles que la ciudadanía pueda ver, medir y sentir.