Por Juan Carlos Hernández A.
Master en Gestión Social y Políticas Públicas y profesor universitario.
Hablar de política, moral y ética quizá sea un tema trillado o incomodo, igual es algo que no se lleve a la praxis por unos y quizá por otros sí, es cuestión de valores, educación e integridad de las personas. Estos no son temas ajenos, no al menos en la demostración de una plataforma política de alguien que desee buscar un cargo de elección popular, y quiera representar a un conglomerado de ciudadanos, de un municipio, distrito, entidad, circunscripción o del país mismo.
El eje rector del comportamiento humano es y será siempre el de hacer y buscar el bien tanto personal como universal dirigido hacia el semejante, unos le llaman el bien común; al menos esa es la idea, que, en ocasiones, logra permear en la sociedad cuando tiene enfrente una buena persona con una excelente propuesta de ofrecimiento en el quehacer del ejercicio de las políticas públicas.
Sucede que, cuando se busca la aceptación y agrado de los electores y hablamos de hacer política, todo se muestra de forma tan “hermosa” que no deja duda, al menos duda relevante que ese candidato (a) es el ideal requerido (a) para gobernar. Ese es el principal motivo que hace la propaganda, mostrar el beneficio del interesado en la aceptación del electorado, pero en realidad no sabemos cómo actúe llegando al poder del cargo; a más moral, mejor persona, de ello no cabe la menor duda; a más ética mejor profesional también.
Es la política un espacio para servir, una noble labor de ayuda social, suponemos que ese es uno de los fines, otro sería administrar los bienes todos en beneficio de una comunidad de personas que confían en quien eligen a través del mecanismo democrático que ampara la Constitución Política de México y las leyes secundarias como las electorales federales y estatales para tal fin.
Pero, ¿quién es moral?, ¿quién es ético?, es una pregunta que nos hacemos a diario; la respuesta al menos a priori es que son todos aquellos buenos ciudadanos que demuestran en los hechos ser mejor que otros probadamente, y también quienes son reconocidos por su desempeño en su entorno personal y profesional, pero, si hablamos del funcionariado público, a lo mejor sea cuestionable la pregunta más a profundidad.
Si alguien se auspicia de Maquiavelo, (suele pasar en política) como modelo de vida en todo, ya está en un error, no se puede buscar el poder por el poder, pues hay principios que no deben ignorarse. Hacer el bien no es cosa de todos, vea usted los vaivenes de la Administración Pública. Hay quienes puedan batallar un poco para permanecer en ello, sin embargo, teniendo presentes los cánones de la sabiduría que nos brinda la ética y la moral es más llevadero y fácil lograrlo, el punto es ¿quiénes se apegan a los códigos éticos y quienes no?
Debemos estar atentos, ahora en la etapa venidera en materia política se asoman personajes- unos nuevos para las futuras elecciones del 2027- y que ofrecerán sus propuestas al por mayor con soluciones pensadas al menos de buena voluntad. En la práctica el ejercicio de la política no deberá ser contraria al sentido común, a los valores intrínsecos de cada persona, pues estamos hechos usted y yo para lo bueno o lo noble, lo que deje satisfacción licita y lo exactamente grandilocuente, congruente y maravilloso que nos ofrece la vida misma, como para hacernos los despistados y no saber a quién tenemos de frente proponiendo y exponiendo su idea.
Necesitamos saber escuchar al otro máxime si se trata de ser funcionario público, hagamos todos de esta oportunidad, la de conocer sobre política, enlazada con la moral y definida por las acciones que impregna la ética. Pues México es un país que necesita tanto de regresar a la estabilidad política, a la consideración del bien servir y bien hacer, a recrear el tejido social en bien de todos. ¡Hágale pues!
