Opinión Política
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La civilidad en política

Por Juan Carlos Hernández A.

Master en Gestión Social y Políticas Públicas y profesor universitario

En la historia de la humanidad ha existido el debate, el disenso en las ideas, unos y otros se arriesgan ante sus públicos, seguidores, discípulos, facciones o simpatizantes por defender sus intereses, posturas y temas tan diversos como usted pueda imaginar, pues la política es un mosaico de opciones tan disímbolas que por fortuna o por infortunio no se tiene un solo ideal en la praxis de ella. Pues entendemos que la civilidad es urbanidad, etiqueta, es la máxima expresión de educación en las personas y un diverso concepto de actitudes buenas en las personas. Ni que decir de ética profesional para ejercerla.

Hemos sido testigos no de hoy, sino de siempre, revise la historia y verá; escenas grotescas propias de un circo, donde casi hay maromas, pero si hay teatro, en una estupenda actuación de la no practica de la civilidad política, pero ni por asomo, pues en últimos meses nos enteramos de discursos amenazantes, sarcásticos, peyorativos, denigrantes y por supuesto ofensivos, que, en la máxima palestra del país, las Cámaras de Diputados y Senadores, nos han presentado con una finura de nivel más allá de la película del gladiador -muy recomendable- en donde en plena arena del coliseo majestuoso, se debaten a sobrevivir según la ley “del más fuerte” y quizá talentoso para darle muerte al rival, no sé si más débil, el menos talentoso, o el más cobarde para defenderse  y evitar de tragar el polvo al caer, a fuerza de la espada del enemigo.

Vaya simulación de medición de fuerzas físicas, y no del intelecto, de ideas frescas y propositivas las que no vemos en la clase política del país, este tan inconforme en todo y por todo. Pero, tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe, ello es así y por mucho que deseamos que sea la política un espacio civilizado de discusión, de aportaciones con propuestas analizadas para emplearse en políticas públicas, es justo lo contrario, ya de por si la ofensa con la palabra advierte un escenario fuera de toda moralidad, ética y profesionalismo de quien la dice, pues imagine cuando ello es rebasado ya con el contacto físico, en donde impera la fuerza del “mejor gladiador” ello será digno de una siguiente película, puede que sí, ojalá que no.

Empero, hay todavía gente de bien, y de buena cepa, de distinguida raza, con genética luchona, arriesgada a dar el todo por el todo, de claros pensamientos y de probada capacidad, gente bien nacida y educada en el seno familiar que son producto del sacrificio de cada día, que no descansa y que en su hacer y pensar no tiene tiempo de fijarse en lo que otros digan sobre su actuar, esa gente, esas mujeres y hombres cabales son todo menos fatuos.

El mundo necesita más allá de hombres comunes, simplones como los hay por ahí, por allá y acullá, la sociedad inmersa en las cosas ordinarias no requiere de gente mediocre, de gente ordinaria con ganas de no hacer mucho por nada ni nadie.

Es hoy día de conservar otros nuevos hombres, esos hechos al sacrificio, al trabajo, a la entrega, forjados con la fragua de fuego y del golpe de martillo que forma carácter, que hace mejores ciudadanos en un país que los necesita, hombres con valores inamovibles, con ética y moral bien definida, esperemos que la clase política sea de esta condición tan necesaria para el país, en un próximo futuro.

El tejido de la sociedad es imperante, hacer de nuestra condición una oportunidad de mejora es lo demandante hoy en día, estemos prestos no solo a observar que se hace, sino a solicitar que se ejerza el poder en las políticas públicas que nos afectan un día sí, y otro también. Es necesario la civilidad política, sí o sí. Que no llegue el rumor de la discordia.

 

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