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Hasta luego, “mi Estimado”…

LA NOTA DEL EDITOR

Por Julio César Hernández

@jcentresemana

Acostumbrábamos a llamarnos “estimado”, no por nuestro nombre. Ya fuera en una llamada o en un texto, esa era la manera de identificarnos. Y de inmediato venía la broma antes de entrar de lleno al tema motivo del encuentro personal, telefónico o por texto. Así era Carlos Enrique Martínez Gutiérrez, destacado arquitecto a quien tuve el gusto de conocer hace ya varios ante los micrófonos de Radio Noticias 1070, cuando como invitado al noticiario nos compartía su visión en temas urbanísticos y de vivienda.

Recuerdo los “encontronazos” que en esos programas -como “Desayunando con 1070-, José Ángel Gutiérrez Aldana y yo disfrutábamos entre Carlos y el ingeniero José Plascencia, uno presidente del Colegio de Arquitectos y el otro presidente del Colegio de Ingenieros. “Encontronazos” llenos de camaradería y de mucho buen humor. Se llevaban fuerte, pero siempre con respeto. Siempre todo terminaba en risas y abrazos, palmadas y apretones de mano.

Fueron varias las ocasiones en que compartimos nuestros puntos de vista políticos y sociales alrededor de la mesa de algún restaurante, disfrutando de una buena taza de café. Y entre la plática seria del tema motivo de nuestro encuentro, no faltaban los “chispazos” de ocurrencias de Carlos, una broma que nos obligaba a sacar la carcajada o cualquier otro pretexto para.

Carlos Enrique era muy inquieto. No paraba de andar de aquí para allá. Y sobre eso eran sus bromas más recurrentes, principalmente sus constantes “viajes” a Dubai a donde “presumía” ir dos o tres veces al mes. Pero lo que realmente le preocupaba era el caos urbano en la zona metropolitana de Guadalajara. La vialidad, los usos de suelo, el crecimiento anárquico, los inmuebles propiedad de los Ayuntamientos que los gobiernos en turno comerciaban como cualquier mercancía y, además, malbaratados.

De todo eso dejó huella aquí en las páginas de Opinión Política desde el primer artículo que nos compartió en el número 678 de nuestra nueva etapa titulado “¿Hacía dónde va nuestra ciudad?”, en el que advertía: “La ciudad se volvió un bien de consumo que se ofrece, se hace atractiva y se vende (…). La ciudad perdió su sabor, se deshumanizó. Cada día vamos perdiendo los barrios característicos llenos de tradiciones, con fuertes lasos entre sus vecinos que son los que hacen comunidad y fortalecen el tejido social, tristemente en aras de la modernidad y los desarrollos inmobiliarios…”.

Y apuntó: “La dinámica cotidiana de nuestra ciudad nos ha llevado a sobrevivir y no a vivir con la calidad de vida que quisiéramos. La deuda histórica y los rezagos en materia de equipamiento, servicios públicos, infraestructura y vivienda, así como la contaminación ambiental, auditiva y visual contribuyen en gran medida al stress de los habitantes que se han visto agravados a raíz del Covid-19”.

El sábado 24 de febrero, en vísperas de cerrar la edición que publicamos el lunes 26 de ese mes, me envió un mensaje: “Buenos días mi estimado? ¿Te puedo marcar?”.

Su llamada era para disculparse porque en esta ocasión no podía mandar su colaboración por estar mal de salud. “Amanecí con una gripa muy fuerte y me siento mal. La verdad no traigo cabeza para conectar y escribir”, me dijo. Por supuesto que no dudé y le dije: “Mi estimado, la salud es primero. Sin problema. Cuídate y espero que te mejores pronto. Estamos en contacto y al pendiente”.

Diez días después de esta plática -el lunes 4, hace ocho días-, una noticia me impactó y “golpeó”: Carlos Enrique Martínez Gutiérrez había fallecido. ¡Uf! Son de esas noticias que crees que es una broma que te juega el destino y te niegas a creer.

Y el destino es así. Carlos falleció el lunes 4 de marzo, cinco días antes de haber celebrado un año más de vida (sábado 9).

Descanse en paz “Mi Estimado”.

 

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