Opinión Política
EDUCACIÓN E HISTORIA

A 55 años de los juegos olímpicos

Han sido elogiados como los mejores de la historia. “¡Qué frustrados, qué tristes, qué dolidos nos sentiríamos millones de mexicanos si no hubiésemos podido, por cualquier circunstancia, cumplir el compromiso que habíamos contraído ante nosotros mismos y ante el mundo!”, afirmó Díaz Ordaz.

Por Alfredo Arnold

Un júbilo indescriptible se apoderó de los mexicanos cuando se anunció por radio que el presidente Adolfo López Mateos había obtenido, en Lausana, Suiza, la sede de la XIX Olimpiada. México sería el primer país de América Latina en recibir los Juegos Olímpicos y el primero de los países llamados “en desarrollo”.

La organización se puso en marcha desde el primer minuto, la iniciativa privada construyó estadios, otros se remodelaron, se designaron subsedes, Guadalajara fue una de ellas al recibir el tenis como deporte de exhibición; teníamos un tenista de época, Rafael “Pelón” Osuna. El Comité Organizador inició un magnífico trabajo de planeación y construcción de obras, la mayoría de las cuales siguen funcionando. La Ciudad de México fue embellecida: desde el alcázar del Castillo de Chapultepec la avenida Reforma se miraba moderna, reluciente; el tráfico fluía ordenado, a pesar de que aún no entraba en funciones el Metro.

La Secretaría de Comunicaciones y Transportes realizó la hazaña de tener dos días antes de la inauguración, es decir el 10 de octubre, la infraestructura necesaria para que el evento fuera transmitido al mundo por televisión y radio “en vivo”, cosa que no había ocurrido hasta entonces. Y desde unos meses antes, los organizadores habían dado a conocer el logotipo oficial y la simbología para cada deporte. El “México 68” logrado por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez sigue siendo hasta nuestros días un icono para los diseñadores.

Pero… en México acababa de ocurrir un hecho terrible, apenas diez días antes de la inauguración de los Juegos, el movimiento estudiantil iniciado en julio anterior culminó con un trágico enfrentamiento que dejó decenas o cientos (nadie sabe hasta ahora cuántos fueron) de estudiantes muertos. El Gobierno se encargó de que este hecho no se convirtiera en tema informativo dominante y finalmente los Juegos de la XIX Olimpiada arrancaron el 12 de octubre. El estadio Olímpico Universitario vibró de emoción cuando Enriqueta Basilio subió los 90 escalones para encender la llama olímpica, fue la primera mujer que encendió la antorcha.

Como en este artículo hablamos específicamente de los Juegos Olímpicos y no del contexto que los rodeaba en aquellos días, transcribimos a continuación los párrafos que el presidente Díaz Ordaz leyó en su Informe del 1 de septiembre de 1969:

Los Juegos de la XIX Olimpiada arrancaron el 12 de octubre de 1968.

JUEGOS OLÍMPICOS

“Del 12 al 27 de octubre del año anterior se realizaron los juegos de la XIX Olimpiada, con la concurrencia de 113 países, la mayor lograda hasta la fecha. Participaron 6,059 atletas, además de 2,219 oficiales de equipo y auxiliares. Si a éstos se suman informadores, observadores e invitados especiales, el total se eleva a 16,158 de quienes 1,353 fueron mexicanos.

La Oficina de Control de Alojamientos vendió certificados de garantía de alojamiento y boletos a más de 50,000 personas provenientes del exterior.

“Contábamos con algunas instalaciones, que hubo necesidad de ampliar o adaptar, y construimos otras más hasta completar las requeridas para las pruebas olímpicas, en el plazo apremiante a que nos obligamos y a escala con magnitud de nuestro compromiso. En todas ellas jugó brillantemente la capacidad de los más calificados equipos nacionales de ingenieros, arquitectos, artistas, administradores y trabajadores en general.

“La inversión directa en instalaciones deportivas ascendió a 670 millones de pesos, y el Departamento del Distrito Federal erogó, en obras viales, 207 millones. El costo de la Villa Olímpica “Libertador Miguel Hidalgo”, fue de 201 millones de pesos y el de la parte utilizada en la Villa de Coapa “Narciso Mendoza”, fue de 159 millones. Estos conjuntos habitacionales están siendo vendidos al público. En 93.9% del monto total de los gastos fue erogado en México y sólo el 6.1% restante en el extranjero. El gasto total fue de 2,198 millones de pesos, rebasando en 283 millones a las cifras que señalé en el Informe del año pasado. Se han recuperado diversos activos fijos por valor de 130 millones de pesos.

“El costo material de la Olimpiada fue necesariamente elevado, y compleja y ardua su organización. Hubo, incluso, que resolver problemas derivados de los avances de la ciencia y de la tecnología, que por primera vez se habían presentado en la historia de estas competiciones.

“Tanto los juegos como el programa cultural fueron ejemplares por su previa organización y la precisión con que se cumplieron los programas.

“Contra los pronósticos de que la altura de la ciudad de México sería factor adverso para el resultado deportivo, en estos Juegos se superaron más marcas mundiales y olímpicas. En Tokio se superaron 42 veces las marcas mundiales y en México 96; en Tokio se rompieron 354 veces las marcas olímpicas, frente a 483 en México.

“La actuación de nuestros atletas fue relevante. En la historia deportiva del país, nunca se había logrado igual número de victorias olímpicas (nueve medallas: tres de oro, tres de plata y tres de bronce).

“En el programa cultural participaron 97 países; se ofrecieron 2,255 funciones y 4,455 proyecciones de películas, presentándose, además 85 exposiciones.

“Gracias nuevamente a las naciones amigas por esta importante colaboración.

“Los juegos de la XIX Olimpiada constituyeron el acontecimiento quizá más difundido en la historia de las comunicaciones modernas. Se calcula que, tan sólo por televisión, 600 millones de personas siguieron su desarrollo en todo el mundo. La prensa, el radio y la televisión nacionales merecen especial mención por su magnífico y eficaz desempeño en la transmisión de los juegos deportivos, eventos atléticos y actos culturales.

“Ofrecemos y deseamos la amistad con todos los pueblos de la Tierra. Con este espíritu recibimos a nuestros visitantes y bajo este lema se desarrollaron los juegos Olímpicos.

“Desde que aceptamos formalmente el compromiso, éste se constituyó en reto para nuestro pundonor, capacidad, imaginación creadora y eficacia.

“Significó también el dilema de si se cumpliría o no la voluntad popular expresada en todos los ámbitos de la nación, sobre todo cuando se pretendió contrariarla y se irguió más recia y arrolladora para imponerse a la mezquindad. ¡Qué frustrados, qué tristes, qué dolidos nos sentiríamos millones de mexicanos si no hubiésemos podido, por cualquier circunstancia, cumplir el compromiso que habíamos contraído ante nosotros mismos y ante el mundo!

“El estallido emocional de la clausura de los Juegos fue el natural desbordamiento de júbilo de un pueblo que se había señalado una tarea y ya podía decir: misión cumplida.

“El haber dado cima a la obra, por muchos considerada superior a nuestras fuerzas, rompió para siempre y de manera enérgica algunas de nuestras limitaciones de pueblo escaso o ayuno de muchas satisfacciones materiales y culturales; ese pueblo nuestro olvidó frustraciones y supo demostrar su valía. Independientemente de otros muchos aspectos, éste es uno inapreciable del balance de la justa internacional a la que México dio el espléndido escenario de su suelo.

“Las medallas de oro, plata y bronce que cobramos en leal competencia con los mejores atletas del mundo, están en el corazón de los mexicanos y nos estimulan para alcanzar nuevas marcas en ése y otros órdenes de la vida; ya nos probamos a nosotros mismos que podemos conquistarlas.

“Declaramos nuestra gran satisfacción y legítimo orgullo por los magníficos resultados del esfuerzo colectivo del pueblo mexicano para salir airoso, brillantemente airoso y hacer realidad la bella jornada de octubre de 1968, en la que México puso, al abrir sus brazos a la juventud del mundo entero, calor humano y sentido de la hospitalidad como nunca se había dado en la historia de estos eventos.

“A la desbordante participación de nuestro pueblo se debió que México se hiciese notoriamente presente en el mundo y que nuestro esfuerzo mereciese el aplauso que nos saludó en todas las latitudes. Nuestra patria llenó el mundo, durante aquellos días, con su ardiente y conmovedora emoción.

“Pruebas físicas y manifestaciones del concierto universal de la cultura fueron el marco de algo que nos es consustancial: nuestra voluntad de sobreponer a todo género de intereses, los intereses permanentes del espíritu; la voluntad de afirmar la paz en la confraternidad de todos los hombres, en el convencimiento de que, sin ella, la humanidad no podrá sobrevivir a las grandes pruebas que tendrá que afrontar en el futuro”.

Hasta aquí las palabras del presidente Díaz Ordaz.

 

EPÍLOGO

Quienes vimos y vivimos aquellas cosas no las podremos olvidar.

Visto a 55 años de distancia, aquel fue un momento disruptivo para el país: seguir con un desarrollo económico pero autoritario que tal vez nos hubiera convertido en un país parecido al Japón actual, o entrar a la apertura democrática con todos los riesgos que esto implica. Era optar entre el éxito olímpico o el creciente clamor de los jóvenes.

Se impuso lo segundo, pero no se debe olvidar que México dio un ejemplo al mundo en varios sentidos: organizó los mejores Juegos Olímpicos de la historia y lo hizo en tiempos de Guerra Fría; dispuso de los recursos necesarios para financiar la organización, para realizar obras para los Juegos y para el mejoramiento de la Ciudad de México; se sobrepuso a una tragedia estudiantil y probablemente a un intento de desestabilización proveniente del exterior, y dejó constancia de lo importante que es dar continuidad al trabajo que emprende un presidente y que le toca concluir al sucesor. Los XIX Juegos Olímpicos los obtuvo López Mateos y los realizó brillantemente Díaz Ordaz.

 

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